domingo, 8 de marzo de 2015

EL LIBRO DE LA SABIDURÍA


Érase un hombre al que después de muchos años de buscar y suplicar al cielo la sabiduría, éste se la concedió y quedó iluminado. 
Después de conocerlo todo se retiró a un lugar solitario en la montaña, donde escribió un libro tan profundo como bello, con palabras llenas de poesía y encanto en el que manifestaba toda la sabiduría, secretos y misterios quedaban al descubierto, para quien supiera leerlo. 
Poco después salió de su retiro y se fue a la ciudad, donde dejó el libro en mitad de la calle, para regresar otra vez a la soledad. 
Transcurrieron bastantes años, durante los cuales el libro, que fue encontrado por casualidad, adquirió tanta fama, que todos hablaban de él, de su belleza y profundidad, y se admiraban, y se preguntaban quién sería el autor de tan gran libro. 
Un día el espíritu divino movió a aquel hombre, ya anciano, a bajar a la ciudad, y caminó por las calles entregando su corazón a los hombres y hablando profundas y bellas palabras, pero de una manera sencilla y tosca, hablaba a las gentes, pero nadie le hacía caso, todos pasaban desapercibidos por lo sencillas y toscas que eran sus palabras, y por lo rotas que estaban sus vestiduras. 
Habló a los políticos, pero eran sordos a sus palabras pues iban llenas de reproche, y habló a los sabios y filósofos, pero tampoco le escuchaban pues estaban muy ocupados discutiendo sobre el libro que no tenía autor. 
Siguió caminando en silencio y con rostro resplandeciente, como quien ya cumplió su misión en este mundo, mendigando aquí y allá, y dando calor a los pocos que se arrimaban a él. 
El otro día hablando con los pájaros, me dijeron que le habían visto al amanecer muerto en una acera y tapado con unos periódicos que le habían servido de abrigo en su última noche .







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