Chamán alegre baila, maíz en mano,
al lado del Gigante de Atacama,
abriendo los portales hacia el cielo.
El fuego le revela el viejo arcano,
le dice con la lengua de su llama
igual que le dijo un día a su abuelo.
Perfila, canta un mantra, ¡arde hoguera!
ofreciendo su grano en este cerro,
trayendo a su pueblo la abundancia.
El ritmo de tambores de madera
cubiertos con la piel de un buen becerro
resuenan con monótona constancia.
También provoca el trance en todos ellos,
y ofrecen su canción a Viracocha,
el creador de todo el universo.
Se me eriza la piel y los cabellos
en esta ceremonia que trasnocha
y en su magia me tiene bien inmerso.
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