Estabas a mi lado el día que nací,
silenciosa, callada, comenzando conmigo.
Tú seguías mis pasos, los primeros que di,
jugando al escondite cuando había peligro...
Entre pañuelos negros, a la luz de las velas,
vi tu sombra delgada sobre seres queridos,
dejabas brisa fría de cuchillos sin filo,
desgarrando emociones que llevaban las venas.
Vi tu faz tras la máscara cubierta con un velo,
y no tenías rostro, tu rostro era la nada
con aura de misterio, con afiladas garras,
pero tan solo eras el reflejo del miedo.
Luego te vi desnuda, sin nada que ocultar,
al lado de mis días, esperando tu tiempo,
no eras enemiga, solo aquel cambio incierto
que en su justo momento se habrá de realizar.
Es quizás el temor a dejar de existir,
a que todo se pierda en el mar del olvido,
pudiera ser, tal vez, el temor a vivir,
o quien sabe, morir, pero no haber vivido,
lo que lleva a temer a la muerte y su sino?
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