No diré que me encanta escribir versos;
tan solo que, aun sabiendo que debiera
estar en otras cosas, mi ligera
pluma se engaña siempre con dispersos
argumentos y busca en universos
paralelos algún porqué, cualquiera,
para crear estrofas, la primera
excusa con la que plasmar diversos
poemas sobre el albo pergamino.
No voy a mencionar esta adicción
por las letras, que embriaga como el vino,
que me hace consumirlas con pasión,
sedando los pesares del camino,
buscándole un pretexto al corazón.