Llevaba yo seis días sin probar un bocado,
mi famélico estómago soñaba con manjares,
aunque hubieran servido las tapas de los bares,
o un plato de lentejas, o un arenque salado.
Llevaba ya seis días en el monte extraviado,
con un hambre canina y dolores dispares;
no se veía un alma por aquellos lugares,
y decidí parar, rendido y agotado.
De pronto, vi salir a un hombre de la nada,
portaba una mochila, y se abrieron mis ojos
pensando en la comida que él pudiera tener.
-Un regalo te traigo -dijo la voz cansada.
-Acepto lo que sea, pues no estoy para antojos...
Y me dio una esmeralda..., mas nada que comer...
mi famélico estómago soñaba con manjares,
aunque hubieran servido las tapas de los bares,
o un plato de lentejas, o un arenque salado.
Llevaba ya seis días en el monte extraviado,
con un hambre canina y dolores dispares;
no se veía un alma por aquellos lugares,
y decidí parar, rendido y agotado.
De pronto, vi salir a un hombre de la nada,
portaba una mochila, y se abrieron mis ojos
pensando en la comida que él pudiera tener.
-Un regalo te traigo -dijo la voz cansada.
-Acepto lo que sea, pues no estoy para antojos...
Y me dio una esmeralda..., mas nada que comer...
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