¡Oh!, candela de amor, tan palpitante
que me lastimas, aunque dulcemente,
muy dentro de mi esencia trascendente,
¡oh!, ascua que es tranquila y deslumbrante.
Caricia, suave brisa, mano amante,
lo eterno comprendido en un segundo;
eres Dios, mas también un vagabundo,
eres sencillo pero muy importante.
¡Oh!, cadena ligera que hace libre,
tierna herida que sana nuestra llaga,
haciendo que la vida dentro vibre.
Sé cual vino pacífico que embriaga
los sentidos, la fuerza que equilibre
la alegría y la pena más aciaga.
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