Hablaban en
el corro los viejos de mi pueblo, contaban historias de sus años mozos,
mentiras y verdades decoradas para parecer más contundentes.
Empezaron a
discutir sobre quien había vivido la nevada más grande y cada uno contó su gran
nevada, cada cual más extraordinaria.
Pedro el más
viejo (famoso por sus mentiras), con voz queda y con un cigarro colgando de la
boca, se rascó la boina y contó:
-Hace ya
bastantes años fui con mi burro al campo a buscar leña y, cuando llevaba un
buen trecho andado, empezó a nevar; yo pensaba que pararía, y seguí
caminando con el burro pues necesitaba la leña, esperando encontrar algún
tronco.
Llevaba un
buen rato caminando y, de repente, me di cuenta de que todo estaba tapado por
la nieve y no reconocía ningún sitio. Empecé a preocuparme pues se metía la
noche y estaba perdido. Proseguí hasta que vi, allí en medio de la nada,
sobresaliendo de la nieve, una cruz de hierro y me dije: -ataré aquí el burro y
pasaremos la noche, a ver si por la mañana se ven las cosas de otra manera, así
lo hice y allí pasamos la noche.
Por la
mañana, cuando me desperté, me quedé muy sorprendido porque lucía el sol y ya
no había nieve, toda se había derretido; allí estaba yo al lado de la iglesia
del pueblo empapado, pero no veía a mi burro, entonces preocupado miré hacia
arriba y para mi sorpresa, allí estaba, el burro, colgado de la cruz de hierro
de la torre... Todos se desternillaron de risa...
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