El corazón convocó a sentimientos y emociones para elegir quien le gobernara.
El miedo apareció el primero y se coló dentro, sin que nadie lo viera, quedándose escondido y en silencio, agazapado en los pliegues del latido.
El egoísmo entró por la fuerza, imponiendo su criterio:
-¿Por qué compartir con los demás lo que puede ser solo mío?
-¡Yo soy lo más importante!
Sin saber que el ritmo de la vida es de todos y que los demás son tan importantes como él.
La indiferencia empujó a la apatía, entrando las dos por inercia y, ya dentro, se acomodaron en un rincón, contagiando aburrimiento...
El egoísmo llamó al odio y a la avaricia, nombrándoles ministros y, junto al ansia de poder, instalaron su dictadura.
El amor está en la puerta esperando su momento, solo a veces entra tímidamente, pero el gobierno autoritario que el corazón sufre, le impide entrar con plenitud; sabe que el día que lo haga todos serán desterrados.
El corazón anhela el gobierno del amor y todo su séquito de emociones altruistas y empáticas, pero el egoísmo, la indiferencia y el miedo, le tienen prisionero...
Mas, cuando se libere, el amor será la ley, por lo que ésta quedará cumplida, y ante su faz se abrirán horizontes infinitos...
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