En una bella noche de verano
Romeo se camela a su Julieta,
y le cambia la palma de su mano
por sus labios en ingeniosa treta.
-Romeo, amado mío, que soy santa;
cuando rezan tus labios con los míos
confunden la oración en mi garganta
y la sangre en mi cuerpo se hace ríos.
-Julieta, que mi ser está perdido,
si en verdad el amarte es un pecado
yo prefiero el infierno prometido
al cielo pero lejos de tu lado.
- ¡Me abrasa las entrañas este fuego!
-¡Espera que me quema, vuelve luego!
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