En el huerto trabajando,
al filo del mediodía,
fue el instante,
siempre inesperado, cuando
te llamó la Parca fría,
apremiante;
fuiste detrás de su voz,
dejando surcos y huellas
en el suelo.
Surcaste el cielo, veloz,
más allá de las estrellas,
con tu vuelo.
Te marchaste de repente,
sin despedirte del mundo,
padre mío;
te alejaste, simplemente,
y cruzaste lo profundo
del gran río.
Ahora el arado llora
lágrimas de tierra y paja,
gotas secas...,
y la azada labradora
va versando, cabizbaja,
letras huecas.
2 comentarios:
Tristemente bello, un gusto leer este homenaje a tu padre.
Feliz semana Poeta.
Un beso
Gracias, Carmen, grata siempre tu visita. Feliz semana. Un beso
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